(EFE) El Barça asaltó Old Trafford. Un gol en propia puerta de Shaw, anulado primero y concedido después mediante el VAR le sirvió para tomar ventaja en la eliminatoria y para colocarse cerca de las semifinales. El conjunto barcelonista, tremendamente competitivo, siempre fue superior a un Manchester United que no supo buscarle las cosquillas y que no remató entre palos en todo el partido. Buena parte de los motivos hay que buscarlos en la concentración del equipo de Valverde, bien puesto y mentalizado para no venirse abajo.
No tuvo nada que ver Manchester con Roma, París o Turín, lugares de desastres del conjunto blaugrana en Europa, y el Barcelona se mostró firme en sus intenciones. No fue excelso en ataque y no contó con un Messi superlativo, pero el coraje de Suárez, que provocó el gol, y el escudo de un Piqué sensacional en el regreso al su estadio del pasado resultaron determinantes para que los barcelonistas puedan presumir de que por fin han ganado en uno de los templos mundiales del fútbol. Ahora les tocará certificar su billete el próximo martes en el Camp Nou. El United levantó un 0-2 en el Parque de los Príncipes, por lo que el Barça ya está avisado.
La batalla de estilos se presentó rápido. Desde la alineación. Porque Valverde apostó por su once de gala con la inclusión de Semedo, más rápido a la hora de defender, en el lateral derecho y porque al United le faltaban dos hombres de enjundia en la medular, Matic y Ander Herrera. Un compendio de razones que provocó que el Barcelona saliera a hacer bascular el balón de lado a lado en busca de la pausa, el control y el espacio y que el equipo de Old Trafford se recogiera en las inmediaciones de De Gea.
El Barcelona buscaba el toque, el United perseguía el galope. En esa lucha por ver quién imponía su mapa de operaciones dominaba el conjunto barcelonista, autoritario con el balón. No demasiado profundo, es verdad, pero siempre procurando que las bridas del partido no se le fueran de las manos. Los red devils fiaban buena parte de sus esperanzas en desplazamientos largos para el pujante Rashford mientras en el Barcelona el protagonismo de la duermevela recaía en las botas de Arthur. El equipo azulgrana iba avanzando lento pero seguro hasta que halló la rendija por la que abrir el candado de los de Solskjaer.
Busquets filtró un balón a la espalda de los centrales hacia Messi. El argentino controló la pelota pero se quedó sin ángulo para chutar. No se puso nervioso, levantó la mirada y colocó el esférico al segundo palo por donde emergió Suárez. El uruguayo impactó el balón con la cabeza y Shaw la desvió ligeramente impidiendo el remache de Coutinho e introduciéndolo en la red.
Le convenía al Barcelona en esa tesitura no tocar nada, seguir raseando la pelota y que se fuera desesperando el United, experto en parecer hundido para acabar saliendo a flote. No tenía el conjunto inglés demasiada imaginación en sus acometidas pero husmeaba la ocasión por culpa de algunas estúpidas pérdidas del Barça, personificadas en Busquets, un tanto lento a la hora de girarse e impreciso en su especialidad, triangular en la zona ancha. Rashford lo intentaba desde lejos y a la carrera. Agua. Conectaba el United centros laterales. Agua porque Piqué y Lenglet se mostraban sólidos por arriba y Ter Stegen estaba atento en las salidas de puños y con el pie
No remataban entre palos los de Manchester en toda la primera mitad. Claro que al Barça sólo cabía contabilizarlo un disparo bien dirigido. No el del gol, en propia puerta, sino una ocasión clarísima tras un balón dividido que bajó un magnífico Suárez para combinar con Coutinho. El brasileño, que se movió con criterio y personalidad, se sacó un disparo seco que De Gea abortó con el pie de forma felina. Ahí estuvo el 0-2 mientras Messi trataba de recuperarse de un tremendo golpe en la nariz que le propinó Smalling con un salto contundente.
No habían pasado excesivas cosas en las áreas pero aquello tampoco le iba mal al Barça, que iba por delante y estaba actuando con seriedad. Old Trafford se mantenía bastante callado, en el formato “library” (biblioteca) que algunos emplean para criticar a sus aficionados mientras la parroquia barcelonista sonreía.
Era previsible que el United tratara de sacudir el encuentro. Lo intento con más coraje que clarividencia mientras el Barcelona cedía la iniciativa y se replegaba, corriendo el riesgo de que un balón suelto en algún centro o rechace le perjudicara. A pesar de esto las opciones más cristalinas eran para los de Valverde. Como una que generaron tras una larga jugada culminada con un servicio de Semedo a Suárez, que remató al lateral de la red. O la que dispuso Jordi Alba, cuyo disparo desbarató un inspirado De Gea.
Para entonces el técnico blaugrana había movido el árbol relevando a Coutinho y Arthur por Sergi Roberto y Vidal. La samba ronroneante daba paso al músculo y las piernas frescas. El Barça acumuló hombres en el centro y le fue mejor para dar un paso adelante y Roberto y Semedo comenzaron a tener superioridad por el flanco derecho.
Solskjaer respondió metiendo a Martial, pero tampoco encontró la pólvora y cuando la oteaba aparecía un Piqué inconmensurable barriéndolo todo. El Barça terminó con una rondo eterno mientras sólo se escuchaba la voz de sus seguidores. A rematarlo en el Camp Nou.
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