El Real Madrid se convirtió en el equipo con más conquistas de la historia del Mundial de Clubes, firmó con autoridad su tercera corona consecutiva, superior al local Al Ain el día que Luka Modric regresó a su versión de líder y el fútbol premio la irrupción de Marcos Llorente con un golazo.
Al Ain no fue rival para el Real Madrid que plasmó la abismal diferencia del fútbol entre continentes. El examen verdadero habría sido River Plate, pero la final soñada no se dio y el dominador del fútbol mundial en tres años de indiscutible hegemonía, dio un baño de experiencia a un rival inexperto en esas lares.
Especialista en finales, el estreno del palmarés de Santiago Solari como técnico llegó con susto inicial y posterior demostración de poderío. Repetía el once que ha dado la estabilidad buscada en el torneo y Marcos Llorente respondía con una acción repleta de potencia que culminaba con un pase atrás que acababa en el poste. El remate de Lucas lo sacaba Fayez y la madera impedía el primero.
Nacía un partido de ida y vuelta en el que Al Ain desafiaba con valentía inocente a su mayor desgaste físico y asumía los riesgos de conceder espacios a futbolistas muy superiores en calidad. Sus opciones se redujeron a los primeros minutos, cuando Berg buscó la espalda de Varane y dio un susto a la salida de Courtois, que reaccionó con rapidez.
Y especialmente tras un error infantil de Marcelo, que dejaba el balón muerto de cabeza en un intento de cesión y regalaba a El Shahat la oportunidad de su vida. Dos buenos recortes, incluido a Courtois, pero su disparo lo sacaba Ramos bajo palos. La grada aumentaba los abucheos al capitán madridista, sin perdonarle la lesión a Salah, icono del mundo árabe, en la final de ‘Champions’.
Del susto al gol. Una virtud del antiguo Real Madrid que recuperó. Aparecía el Balón de Oro para abrir la final. De zurda, desde la frontal, con tiempo para recibir y colocar su disparo lejos del alcance de Eisa. El primer tanto del curso de Modric estaba reservado para un momento decisivo.
Se sintió superior el Real Madrid a un rival que siempre llegó tarde, concedió espacios y mostró carencias defensivas. Solo faltaron más goles en el primer acto. Lucas lo acariciaba, rozando el palo tras pase atrás de Carvajal; Bale iniciaba una búsqueda continua del tanto que le habría convertido en máximo artillero histórico del torneo. No encontró la forma de superar al portero rival en minutos de asedio en los que enlazaba oportunidades.
También le faltó acierto a Benzema, con todo para marcar tras una buena jugada de extremo de Lucas con pase de la muerte que el francés no precisó en su remate. Khalid Eisa, héroe de los penaltis ante River que dieron el pase a la final a Al Ain, se lució a un testarazo de Bale. Sus compañeros no dejaban ninguna esperanza ofensiva.
La final acabó convirtiéndose en un paseo de gloria madridista, un partido para disfrutar. Superior en todas las partes del campo, en uno de esos días en los que Modric juega su fútbol y hace mejores a los que le rodean. De sus botas nació una acción que acabó en una chilena de Bale como la que le instaló en la leyenda ante el Liverpool.
Precedió al tanto que sentenciaba el duelo. Un premio a un jugador que ha sufrido al no tener oportunidades, que pasó de la grada al césped por la lesión de Casemiro y respondió con una grandeza sorprendente. Marcos Llorente enganchaba un despeje a un saque de esquina a la hora de partido, con un magnífico derechazo.
Era momento para disfrutar, exhibir virtudes y gestos técnicos al alcance de muy pocos. Como los que posee Marcelo, mientras que Bale extendía una noche de desacierto en el remate. Perdonó tres ocasiones más, dos manos a manos con el portero rival. Más eficaz fue Ramos para mandar callar a la grada con un testarazo inapelable a un córner botado, como no, por Modric.
El orgullo impulsó a Al Ain en busca del tanto que premiase su participación en el Mundial. Courtois salvó la primera, rápido en la salida para tapar espacios a Caio, pero nada pudo hacer al cabezazo preciso de Shiotani. No era el fin, Solari había premiado a Vinicius y dejado sin minutos a Isco. Con el partido roto el brasileño encaró y como en su primer tanto, acabó encontrando el gol con un disparo que golpeó en un defensa rival. Era el broche para un Real Madrid campeón del mundo por séptima vez, cuarta desde cambió el formato del torneo y el único que lo consigue tres años seguidos.
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