(EFE) Pase lo que pase a partir de ahora, este Nápoles es ya histórico. Se impuso al Eintracht de Fráncfort (3-0) con un doblete de Osimhen y un tanto de Zielinski y, por primera vez en su historia, estará en cuartos de final de la Liga de Campeones de fútbol. El Nápoles marcha paso a paso, pero continúa sin ponerse techo, soñando despierto.
El próximo viernes, un nuevo contendiente estará en el bombo del último sorteo de la temporada. Un combinado que ante el conjunto germano volvió a exhibir firmeza, frescura y fondo de armario al tiempo que se consagró definitivamente como una gran amenaza europea.
Y es que saltó el Nápoles dispuesto a certificar la eliminatoria, sin miramientos ni titubeos, en un estadio Diego Armando Maradona en el que sólo hubo gargantas napolitanas tras la prohibición italiana contra los aficionados del Eintracht, todas a la altura de una ocasión para la historia, aportando su grano de arena para alargar el sueño en el que vive sumida la ciudad sureña.
No quiso especular Spalletti y el combinado ‘azzurri’ empezó muy fuerte, apretando arriba, consciente de que un gol a favor cerraba casi por completo el duelo, pero de que uno en contra lo abría de par en par. No había tiempo ni para tantear, ni para dejar pasar los minutos.
Rápidamente domaron el choque Lobotka, Anguissa y Zielinski en el centro del campo, muy superiores a Gotze y compañía en la pelea por la medular, nutriendo de balones a los tres artilleros de los que goza este equipo y apoyando a la sólida zaga en los pocos apuros que pasó en una primera parte más que controlada.
Un control que en fútbol es engañoso, que en cualquier momento pudo haberse transformado en dudas, en nervios y en malas sensaciones. Pero para eso está Osimhen en este equipo, ese delantero que va sobrado de confianza y que se encargó de matar el partido en un momento clave, justo antes del descanso.
Ya había avisado su fiel escudero Kvaratskhelia en los minutos anteriores, pero no pudo abrir el marcador tras tres ocasiones en las que la mala definición o Trapp se interpusieron en su camino, en una noche en la que el georgiano no terminó de sentirse del todo cómodo.
Osimhen, que no había gozado de tantas ocasiones como ‘Kvaradona’, aprovechó la primera que tuvo, un centro lateral de Politano, para con un testarazo rematar desde el corazón del área directo al fondo de la red y desatar la locura en Nápoles.
Se quitó la máscara que porta para celebrarlo, esa que se ha convertido en un icono de la ciudad y que cada vez que viste le eleva a la categoría de un héroe. No le pareció suficiente y nada más comenzar el segundo acto puso la sentencia. Como el nueve puro que es, estuvo donde tenía que estar para empujar la asistencia de Di Lorenzo.
Espantada una posible sorpresa y hundido su rival, el Nápoles dominó con mucha más calma, con la tranquilidad de saberse en unos cuartos de final, disfrutando del momento en comunidad con su gente, en un estadio impregnado de un aura maradoniana que disfrutó de un tercer tanto, el de Zielinski desde los once metros tras un penalti que él mismo provocó.
Disfrutó el Nápoles de una nueva noche mágica en la temporada. Y es que así juega este equipo, despojado de cualquier tipo de presión, casi como si nada de lo que pasa a su alrededor fuera con él, casi como si hiciera esto cada semana, casi como si no hubiera escrito una nueva página en la historia del club.
FOTO: PRENSA / NAPOLI
FUENTE: AGENCIA / EFE
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